En una de las visitas que suelo hacer a la antigua y derruida ermita de Ventosa, aparece este herrerillo con una araña que ha capturado, supongo que para alimentar a sus pequeños. Está inquieto, no se atreve a entrar en el nido, para que yo no pueda localizarlo. Va y viene nervioso, repiqueando con voz insistente (sin soltar la araña del pico), como diciendo "leches, vete ya y déjame entrar en mi casa". Vale. Le hago la foto de rigor y me voy.
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