En el monte de Pancorbo me tropecé con este joven lagarto ocelado. Me miraba con curiosidad y, con mucha paciencia y movimientos lentos, conseguí acercarme a un par de metros. Se ocultaba entre las piedras pero volvía a salir a mirarme. Pasé un buen rato haciendo fotos y observando su ir y venir para verme.
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